Avances genéticos en el autismo: una nueva era de comprensión y esperanza
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Durante décadas, el autismo ha sido un enigma para la ciencia. Conocido como Trastorno del Espectro Autista (TEA), se manifiesta de forma muy diversa en cada persona, lo que ha hecho difícil entender sus causas profundas. Sin embargo, en los últimos años, los avances en genética y neurobiología han comenzado a iluminar el complejo paisaje del autismo. Hoy, gracias a tecnologías como la secuenciación del ADN, los organoides cerebrales y la inteligencia artificial, la ciencia está desentrañando los mecanismos que dan lugar al TEA desde sus raíces más biológicas.
Un trastorno con fuerte base genética
Sabemos que el autismo tiene una importante carga genética: entre el 70 % y el 80 % del riesgo se atribuye a factores heredados. Pero lo interesante es que no existe un "gen del autismo", sino cientos de genes que pueden estar involucrados. Lo que estamos descubriendo es que estos genes no actúan de forma aislada, sino en conjunto, afectando el desarrollo del cerebro incluso antes del nacimiento.
Nuevas pistas desde España: un microexón olvidado
Un hallazgo reciente y especialmente prometedor proviene del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona). Investigadores encontraron que un fragmento minúsculo de ADN —un microexón de apenas 24 letras genéticas— en el gen CPEB4 podría estar ausente o mal regulado en muchas personas con autismo. Aunque pequeño, este fragmento es clave para que la proteína funcione correctamente en las neuronas.
Lo más impresionante es que su mal funcionamiento afecta la expresión de más de 200 genes cerebrales, muchos de ellos ya asociados al autismo. Este mecanismo, según el equipo, podría estar detrás de hasta el 80 % de los casos de autismo idiopático, es decir, aquellos sin una causa genética clara conocida hasta ahora.
El cromosoma X y las diferencias de género
Otro gran avance se dio al identificar mutaciones en el gen DDX53, ubicado en el cromosoma X, lo cual podría explicar en parte por qué el autismo es más común en varones. Al estar las mujeres protegidas por una segunda copia del cromosoma X, estas mutaciones tendrían menor impacto clínico en ellas. Esta línea de investigación también abre la puerta a diagnósticos más precisos basados en el sexo biológico.
Mapeo genético a gran escala: cientos de genes implicados
La tecnología de secuenciación masiva ha permitido identificar más de 230 nuevos genes relacionados con el autismo solo en el último año. Estos estudios, que analizan a decenas de miles de personas, han revelado que muchas de las variantes genéticas asociadas no solo afectan el comportamiento, sino también la motricidad, el lenguaje, la atención o la sensibilidad sensorial.
Además, hay creciente evidencia de que algunos de estos genes también están relacionados con otras condiciones como la esquizofrenia o la epilepsia, lo cual sugiere que muchas enfermedades neurológicas comparten caminos genéticos comunes.
¿Y cómo se traducen estos hallazgos en terapias?
Aunque aún no existe una cura para el autismo, la ciencia está dando pasos concretos hacia tratamientos más personalizados. Por ejemplo, en EE. UU., la empresa Jaguar Gene Therapy iniciará este año un ensayo clínico en bebés con mutaciones en el gen SHANK3, inyectando una copia funcional del gen defectuoso. Esto podría mejorar las conexiones neuronales desde los primeros meses de vida, cuando el cerebro aún es muy plástico.
También se están explorando terapias epigenéticas —es decir, que no cambian los genes en sí, sino su forma de activarse o desactivarse—, usando compuestos capaces de revertir silenciamientos o errores de lectura del ADN.
Organoides cerebrales: ventanas al cerebro en desarrollo
Gracias a células madre, los científicos pueden ahora cultivar en el laboratorio "mini-cerebros" llamados Organoides cerebrales. En un estudio reciente, se observó que los Organoides creados a partir de niños con autismo severo crecían más rápidamente y mostraban diferencias notables en organización celular. Esto refuerza la idea de que el autismo comienza muy temprano en el desarrollo, posiblemente durante el primer trimestre del embarazo.
Estos modelos no solo permiten estudiar el autismo con un nivel de detalle sin precedentes, sino que también se están usando para probar fármacos de forma personalizada, algo impensable hace una década.
Una mirada esperanzadora
Aunque queda mucho por comprender, lo cierto es que nunca antes habíamos estado tan cerca de entender el autismo desde sus raíces moleculares. La genética no solo está revelando las causas del autismo, sino también ofreciendo nuevas formas de diagnosticarlo antes, con más precisión, y de tratarlo con intervenciones adaptadas a cada individuo.
Lejos de ser una sola condición, el autismo es un espectro con muchas historias biológicas distintas. Comprender estas historias nos permitirá no solo diseñar mejores tratamientos, sino también construir una sociedad más empática, informada y capaz de acompañar a cada persona en su propio camino.
