Cuando el cuerpo habla: entender las conductas en el autismo más allá de la apariencia
Conductas que comunican lo que no se puede decir
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Cuando el cuerpo habla: entender las conductas en el autismo más allá de la apariencia
En muchas familias, el día a día con una persona autista puede estar lleno de momentos intensos: crisis, sobrecargas, autolesiones, movimientos repetitivos, gritos, o incluso periodos de agitación difíciles de manejar.
A veces se piensa que todo esto “es parte del autismo”, pero en realidad, muchas de estas conductas son la forma en que el cuerpo y el sistema nervioso están expresando algo que no puede comunicarse con palabras.
Conductas que comunican lo que no se puede decir
Cuando una persona autista —especialmente en niveles donde la comunicación verbal es limitada— se siente mal, frustrada o con dolor, su cuerpo se convierte en su voz.
Golpes, gritos, presiones o movimientos repetitivos pueden ser formas de aliviar una incomodidad interna, una manera de decir “algo me pasa”.
Estas conductas no deben interpretarse como “mal comportamiento”, sino como mensajes.
Y detrás de esos mensajes, muchas veces hay causas físicas que merecen atención.
La conexión entre el cerebro y el intestino
Uno de los aspectos menos comprendidos, pero más importantes, es la relación entre el sistema digestivo y el cerebro.
En muchas personas con autismo —especialmente en casos severos— existen alteraciones digestivas: inflamación intestinal, mala absorción de nutrientes, intolerancias, parásitos, estreñimiento o desequilibrios en la microbiota intestinal.
Cuando el intestino está alterado, se produce una respuesta inflamatoria que afecta directamente el estado de ánimo, la conducta y la regulación emocional.
El intestino y el cerebro están conectados a través del nervio vago, y su equilibrio influye en la producción de neurotransmisores como la serotonina y la melatonina, esenciales para el sueño, el bienestar y la calma.
Por eso, muchas veces una “crisis conductual” puede ser la punta del iceberg de un malestar físico no expresado, como dolor abdominal, gases, o incluso una infección que pasa desapercibida.
El vacío médico y la mirada limitada
Muchas familias sienten frustración porque, al acudir a médicos o terapeutas, las conductas se atribuyen únicamente al diagnóstico de autismo, sin investigar posibles causas biológicas o de salud.
Este vacío en la atención integral deja a los padres —muchas veces solos— intentando comprender y sostener situaciones muy complejas.
El autismo es una condición neurobiológica y sistémica, que puede afectar distintas áreas:
La digestión y el metabolismo.
La calidad del sueño.
Los niveles de serotonina y melatonina.
La presencia de metales pesados o toxinas.
El equilibrio emocional y sensorial.
Mirar el autismo desde una visión más amplia no significa culpar, sino comprender que el cuerpo y la mente no son mundos separados.
Acompañar con empatía y atención
Para las familias, vivir este proceso puede ser agotador.
Ver a un hijo o hija alterado, sin poder comunicar lo que siente, genera impotencia y dolor.
Por eso, es fundamental acompañar sin juzgar, observar con calma y buscar apoyo profesional que contemple al ser humano de forma completa —no solo desde el diagnóstico.
A veces, pequeños cambios en la alimentación, el manejo del entorno, o la atención médica adecuada pueden mejorar mucho la calidad de vida y reducir las conductas que antes parecían “inexplicables”.
En resumen
Las conductas en el autismo no son caprichos ni desobediencia.
Son expresiones del cuerpo, del sistema nervioso y de la manera en que la persona intenta autorregularse o comunicar su malestar.
Escuchar esas señales con empatía y sin miedo es una de las formas más profundas de acompañamiento.
El desafío no está en “corregir la conducta”, sino en comprender lo que hay detrás de ella.
Porque cuando el cuerpo habla, lo que necesita no es castigo ni control, sino atención, alivio y amor.
